viernes, 11 de abril de 2014

Recorre mi camino.

Puerta, llave, seguro, escaleras. Otra puerta, otro seguro. Camino. En el trayecto los vendedores de periódico en el semáforo, calculo que están ahí desde las seis de la mañana.

Al cruzar la calle, la parada de camión. Gente en traje, gente con ropa industrial, albañiles, familias enteras, profesionistas, estudiantes. Ahí también, el mismo señor en silla de ruedas que vende paletas Tutsi Pop a 25 pesos y al que en una ocasión le regalé una manzana.

Camino más. Otro semáforo. Canto y hablo en mis adentros mientras espero el semáforo para cruzar. Al otro lado de la calle, otra parada de camión. Ahí veo a ese señor que al parecer padece de sus facultades mentales, da una vibra quimérica al ambiente. Cuando no está, no hay luz, no hay sentido. Él hace el momento, sólo él. Flaco, greñudo, habla solo y controla los camiones con una impactante cadencia. Todo mundo se aleja de él, yo le sonrío aunque no se da cuenta. Camino el último tramo y entro al trabajo.

Después, a las seis y media aproximadamente, me preparo para volver. Cajones, puerta, escaleras, guardia, puerta, ¡hasta mañana!

Camino. Vuelvo a pasar por la parada de camión, y ahora está la señora de cabellos plata. Cruzada de brazos apoyada contra la estructura. Recibe a cada persona que pasa con un "¿no tiene cinco pesos para mi camión?" El camión cuesta doce. Su mirada se pierde en el infinito para no volver, la atrapa. Vuelvo al mismo semáforo, cruzo. Camino. La otra parada.

Hace frío, ahí sigue el señor en silla de ruedas vendiendo Tutsi Pops.

Escaleras, llave, seguro, puerta. Ya no recorreré lo mismo, ya me fui. Pero siempre habrá otros rostros, otros caminos, otros relatos, otras memorias, otras...

sábado, 1 de marzo de 2014

¡Mamacita, que cuerpo el que te cargas!

Este cuerpo, ese mismo al que le hablas. Este cuerpo que desconoces. Este cuerpo que camina a paso apresurado. No sabes si este cuerpo ha sufrido, ha cambiado, ha mudado de esencia. Este cuerpo que a veces es juzgado, que a veces se siente extraño. Este cuerpo que en ocasiones no conecta con la mente. Este cuerpo que es curioso, que es pequeño y energético. Este cuerpo que guarda historias, anécdotas, sabiduría, arte, y también guarda secretos.

No sabes si este cuerpo es fuerte, si es débil, si no es ninguno de los dos. Este cuerpo que ríe, que grita, que llora, ¿que huye? Este cuerpo que ve su reflejo en el espejo. Este cuerpo distraído. Este cuerpo se regocija en sábanas suaves, en escalofríos de alegría, en poesía de la vida. Este cuerpo que sólo se lee en braille.

Este cuerpo que pudiera estar lleno de preguntas sin respuestas, ansioso por conocer el universo. Este cuerpo al que le chiflas y dices de cosas; no lo conoces. No sabes lo que siente, no lo palpas. A este cuerpo yo lo abrazo. Este cuerpo no es objeto.

jueves, 16 de enero de 2014

Seguir buscando

Encontrar el lugar donde el mar y las montañas se unan, donde el fuego y la lluvia jueguen a estar juntos. Encontrar la perfecta disonancia en el acorde, el sobreagudo no forzado.

Encontrar, no sé en donde, lo dulce en lo salado. Encontrar en los suburbios la válvula de escape. Encontrar y sorprenderse, encontrar y saber perseverar.

Encontrar a la distancia un sentimiento muy cercano. Encontrar las faldas folclóricas del volcán. Encontrar el balance de los aniones y cationes.

Encontrar en el desierto el oasis, sin que sea un espejismo. Encontrar en lo arrítmico la rítmica perfecta. Hacer del sol tu cronómetro y de la luna tu alcancía.

Encontrar el punto de ebullición de la creatividad en uno mismo. Encontrar el justo medio del que Aristóteles hablaba, pero nunca dijo lo complicado que resulta ser.