martes, 12 de julio de 2011

Conocidos y por conocer que nadie los conoce

Siempre me acuerdo de aquella frase en el libro El Guardián Entre el Centeno de J.D Salinger, “Lo que de verdad me vuelven loco son aquellos libros que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera amigo tuyo y pudieras llamarle por teléfono cuando quisieras”. Estoy segura de que varios lectores compulsivos nos sentimos directamente identificados con esta frase.

Recuerdo haber leído a Poniatowska con el deseo de por lo menos ir a una de sus conferencias. Tuve la oportunidad de ir a dos conferencias de Elenita, hasta conseguí un autógrafo en un libro. Recuerdo también que al leer a Borges percibí que el señor era un ser lleno de conocimiento, y es imposible pero cómo desearía tomarme una taza de café con él y tal vez platicar de retruécanos, la situación económica en Europa o de la cultura africana. O ¿`por qué no? ir con Orhan Pamuk a una de esas marchas pacifistas, ir con él al mercado de Estambul y que me cuente de la vida en ese lugar. Y pasar por Perú, encontrarme con Galeano y conversar de la historia de nuestra Hispanoamérica. Igualmente Pessoa junto con Soares o Reis, que al fin de cuentas eran uno mismo y eran todos a la vez, me hubiera gustado conocerlos e invitarlos a que leyeran este tan sencillo y banal blog.

Normalmente eso pasa, lees el libro, te encanta y desearías que el autor fuera tu amigo. Pero hace poco, esta situación se vio invertida en algo que ocurrió. Fui a una conferencia del escritor Hernán Lara Zabala, pues le tenía que entrevistar. La conferencia fue mucho muy interesante y platicar con él fue un gusto colosal. Incluso Vargas Llosa y Don Quijote estuvieron presentes en la charla. Debo confesar que no he leído nada de Lara Zabala pero el próximo libro que lea, después de terminar el de Michael Ondaatje, va a ser su libro Península, Península.

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