Una inseguridad en las calles que no se puede parar, hombres armados entrando a una plaza comercial. Un miembro de la juventud de un partido político que llama “jotos” a los homosexuales y repudia el hecho de que tengan el derecho a casarse; además de descalificar completamente al aborto que, en mi opinión, es parte de la libertad de decisión que tenemos como seres humanos. Una candidata a la presidencia que se sigue valiendo de la técnica del acarreo, otro candidato que usa teleprompter en su discurso de toma de protesta. El asesinato brutal de una activista transgénero, éste comandado por personas cegadas por la homofobia. Y una televisora que, en lugar de premiar a alguien que hace algo por trascender, otorga 50 mil dólares a un señor que se la pasó toda la vida viendo El Chavo del 8.
A veces me decepciona la sociedad. Pienso en ella como si fuera un axolotl, aunque es un animal extraordinario, este anfibio posee una peculiaridad llamada regresión evolutiva (mantenerse en estado juvenil o de larva toda su vida y negarse a tener una metamorfosis). Y eso es lo que nos pasa a nosotros como sociedad, no evolucionamos, seguimos teniendo ideas retrógradas que nos hacen involucionar. Llámenme disidente si así lo desean, pero siento gran impotencia ante hechos como los que mencioné al principio. Pónganse a pensar, estamos fallando desde el momento en que tiramos en la calle la pequeña envoltura de nuestro chicle en lugar de depositarla en un bote de basura.
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