sábado, 1 de junio de 2013

Agraz

La historia que lo dio a conocer ya había sido olvidada por todos. Fue a la playa pero el mar ya no lo recibía con una agradable brisa, sino le arrojaba un aire gélido y húmedo. Recordaba sus años de fama, tratando de explicarse qué había cambiado. Él nunca pudo hallar una respuesta.

En la noche, cuando se asomaba por la ventana y veía la ciudad iluminada, sentía un desasosiego tan parecido al de Pessoa que incluso le asustaba. Cada vez que se ve en el espejo, siente una culpa y no puede mirarse fijamente, titubea. Le están empezando a pesar las piernas y arrastra sus pasos.

El éxito que pudo haber tenido se le fue tan rápido como llegó. En la cafetería, sentado en la mesa de siempre, observaba a los demás pensando que no eran nada como él, y él no era nada como ellos. Había cambiado, como si se mudara de piel, como si se mudara de alma, como si se mudara de sueños, como si se mudara.